Ricardo Garanda
Necesitamos mezclar nuestras sangres
como siempre,
que nuestros
leucocitos
conozcan otros
datos
de otras gentes,
otras historias mal contadas,
otras historias mal contadas,
de herencias
aleatorias
parecen llenas
y no queremos la
vuestra
ni nos interesa vuestra
historia.
Preferimos dejarla verter
en la tierra,
empapada de
arterias
la arcilla de la
guerra.
O que se diluya
en el agua salada
de las voraces
mares
de destino
incierto,
y entre arcilla
y agua
o sea, nada.
Y ésas tierras del barro rojo
se llenan de
vallas
en ciudades, en desiertos,
trazando la raya
para que no
muera el muerto
en tierra
nuestra,
para que jamás
viva el muerto
viva el muerto
en nuestra
tierra.
Siguen creciendo
así las vallas
y muriendo todo
lo demás.
Me duele esa
sangre
de roja muerte
y esa tumba de negra vida,
esa arcilla
revuelta de fusiles
y ese agua
salada de sudores.
Me duele el
destino
de las almas
heridas,
y con ese dolor
siento que cerramos el
camino
de sus vidas.
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