Fotografía a un lienzo de Jesús Millán |
Casalgordo, 280718
Te
pide viento
y
para volar ha de bastarle tu leve brisa.
Desea
fuego y se abrasa
en
el rubor de tu escalofriante sonrisa.
Quiere
correr contigo los grandes espacios,
buscar
profundos horizontes
de
rojo y miel
y
apenas le comprometes un par de metros cuadrados
de
baldosas sumisas.
Ansía
una gran tormenta
y
apenas un chapuzón de gotas sueltas remoja su piel.
Te
pide un sueño
y
tú le respondes imposible.
Imposible
otra vez.
Ha
de apartarse
para
no quemarse,
para
no volar al infinito
empapado
de lluvias y de mares internos.
Ha
de apartarse otra vez.
Sin
destino.
Seguirá
jugando con sus sueños
mientras
tú, al menos, vives.
Ha
de apartarse ahora,
seguir su camino,
antes
de que el patético deseo
de
lo no posible
ciegue
la dignidad del andante,
difusa
entre esos sueños y el vino.
(A no ser que…
Se modifique el
sumario
al fin y al cabo
los sueños siempre están vivos
y no está en la
eterna gloria
la dignidad del
solitario)
Ha
de seguir arrastrando los pies
en
devenir diario
disfrutando
con el recuerdo
de
esos ojos, esa mirada.
Ese
profundo pozo
de
bellas contradicciones.
Parara
en algún recodo
dónde
una piedra le anime al descanso
y
al diálogo con Ella.
Le
hablará de ti, la gustaras, lo sé.
Le
dirá que algo nuevo se rompió
antes
siquiera de nacer,
antes
de hacerse vida.
Le
dirá que, como ella anima, arriesgó
y
le volvió a salir el seis.
Lo
siento,
ahora
ha de volver
otra
vez a la casilla de salida
sin
encontrar lo que quería:
Viento.
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