Ricardo GAranda (Toledo, 161115)
Cayeron
las hojas más heridas aquel Otoño,
manchadas,
salpicadas, golpeadas,
más
rojas que en otros,
metralla
que salpicó al bosque de la paz
dónde
habita su fuerza,
sus
troncos, sus ramas.
Ni
dioses ni religiones,
el
hombre busca excusas
sin
pararse a respirar.
El
hombre mata al hombre
porque
no sabe evitarlo, no sabe.
Mata
cuándo muere y muere cuando mata
en
un mismo acto, en el mismo circular instante.
Es
el hombre y no sabe, no puede parar.
Estas
hojas rojizas
cayeron
a nuestros pies y dibujaron
una
triste y cínica sonrisa
que
del silencio se cobra.
Mientras, el mundo sin consuelo,
se
hace trizas, se desbarata.
Paris
sangró porque el hombre mata.
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